Quizás fue que los hilos se enredaron demasiado.
Recuerdo que trenzaban color malva anochecer mientras se nos lanzaban a las aguas para luego salpicarnos desde el mar, justo en la nariz, y hacernos romper en carcajadas.
Y la gota salpicada resbalando por la nariz, descolgándose hasta el pecho, resbalando por la piel alcanzándole la cima, y justo ahí, un respiro, un momento, en profundidad y con mucho, mucho miedo.
Y desde el miedo el empujón que nos lanzaba hasta el mismo epicentro estomacal, y ahí de nuevo en carcajada, pero esta vez más ancha, mas de veras, y la gota descendiendo por la piel, surcando ombligos y atrevida adentrándose, más y mas abajo, en gravedad.
Ahí era que habitaba entre tu y yo la metafísica, el cosmos y los porqués de lo invisible, las cumbres y los valles de las dudas, los saltos e inconscientes del amor, las faltas y largadas de los viajes, de las muertes, de las vidas y de casi todos nuestros mares
Y el alma alrededor
Y nosotros corazón
Salpicándonos deseo
Inventando las palabras
Y una parte a la tierra, la otra al cielo,
Y en el centro carcajada
Compartiendo dos mitades, dos pulsiones, dos verdades, dos pulmones
y un solo corazón
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